Mirando tus ojos despiertos, risueños, con la respiración entrecortada y los latidos disparejos. Con mis manos inquietas y el sonido de tus argumentos rondando el recuerdo de nuestros encuentros. La sensación de un toque de puerta continúo en mi cabeza, y esperanza. De que me sueñas cada noche, y soy el hombre perfecto, aquel que calza en el saco de tus deseos. De que me esperas tanto como yo a vos, y sos deliberadamente distraída, estratégicamente segura de vos misma, cubierta de autodeterminación que se quiebra en cada segundo que estamos juntos, que deseamos estar juntos.
Así es como quiero que encajen los recuerdos. Así es como te veo cuando me quedo en silencio y me pierdo en mis adentros. Con las emociones fijas en lo absurdo de la manera en que actuamos, en el tiempo que perdemos, y en la duda. Esa duda bendita que me salva de romper tu corazón, del que me ofreciste la mitad, a cambio de una sonrisa.
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