Al acecho. Con calma, palpando mis debilidades,
siguiendo los cambios en mis emociones, metiéndose en mis sueños, en mis vacíos,
usando cada circunstancia, cada objeto, cada olor, y cada recuerdo a su favor.
Me destroza por dentro. No tiene prisa, me clava dagas ligeras, pequeños cabos
de sueños frustrados, de conversaciones que ya no son iguales, de desplantes y
rechazos camuflados.
Tiene mi alma en sus manos, como una
enfermedad. Me deja ser yo solo a veces, me deja avanzar un par de momentos al
día, y luego cae sobre mí. Me debilita y me roba la esperanza, me hace creer
que nunca obtendré el anhelo de mi corazón, que ese barco ya zarpó.
Continúa lucha en la que estamos, yo y tu
recuerdo, yo y tus decisiones frías, mis deseos, y el fantasma de la mujer que
pudiste ser a mi lado. Dura lección, la que está detrás de una noche de
despedidas sin interés, adornada de sueños rotos.
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